lunes, 11 de junio de 2007

De actualidad: El Nacional-Socialismo del Siglo XXI: ¿Nueva Faz del Stalinismo?

La historia se repite en ciclos. Eventos que una vez creímos pasados y superados vuelven a asustar la hombre como fantasmas. El resurgimiento de simpatías hacia regímenes totalitarios y terroristas es altamente preocupante y sus armas son la desinformación y el miedo. En estos tiempos que corren es vital acceder a las fuentes de información, debatir, leer, sopesar, crtitcar. Construir una base de opiniones; aplicar nuestro sapiens. El siguiente artículo nos hace el favor de plantear el tema de manera sencilla y abordable. Sólo hay que leer.



El Nacional-Socialismo del Siglo XXI: ¿nueva faz del Stalinismo?
Reinaldo Ramírez Méndez

Abogado, Politólogo y Profesor universitario
Sábado, 12 de agosto de 2006




Parece mentira que en los albores de esta nueva centuria se advierta una aparente “resurrección” de los estertores humeantes de esas teas blandidas por hombres de la estirpe de Hitler, Mussolini y Stalin.
Recordemos, por un instante, las gravísimas consecuencias de las poses mesiánicas asumidas por aquel célebre führer, de fácil verborrea y planteamientos populistas que “endulzaron” al sufrido pueblo alemán con el mito de la superioridad de la raza aria y toda esa gama de “tesis” que sustentaban el “proceso” nacional-socialista que tanta sangre, persecución y muerte causó con motivo del desastre de la II Guerra Mundial que él mismo emprendiera. Aquellas peroratas hallaron eco en el “teatro” impuesto por Mussolini, sin olvidar la versión “socialista” de Stalin, el dictador de hierro en la Rusia soviética.



Aquellos regímenes se sostenían en la prédica totalitaria, en el culto a la personalidad en torno al “Mesías”, en la ciega adhesión a la “palabra sacrosanta” del movimiento o partido dominante en las altas esferas del gobierno, en la persecución a los disidentes y opositores mediante juicios amañados, atentados contra la libertad de expresión, surgimiento de una “nueva clase” acomodada con los distintos ingredientes de la corrupción elevada a grado superlativo bajo el amparo del oficialismo dominante, estructura que gradual y progresivamente atenazaba el contexto institucional de la nación y propugnaba, por todos los medios a su alcance, la división entre los ciudadanos, la manipulación de los recursos públicos y, sobre todo, la concentración del poder político en las manos de un solo hombre o sector político. Esa tesis de dominación política, como sabemos, pronto halló fuertes seguidores en todas las latitudes del planeta (recuérdese los casos de Franco, Ceausescu, Pol Pot, Mugabe, Idi Amin, Castro, Videla, Mao, Pinochet y toda la amplia gama de tiranuelos y dictadores en América Latina, Asia y África, caracterizados esencialmente por tenerle pavor a las elecciones libres que permitan alternar y cambiar el gobierno y, lo más característico, por expandir la ola de terror entre sus compatriotas, provocando exilio, persecución, desolación y muerte. Para esta gente, el temor, el horror, el pánico y toda suerte de sobresaltos –en la vida cuotidiana-, sobre todo el acentuado ímpetu a favor del belicismo y el armamentismo, constituyen los soportes esenciales que hacen posible su instalación y mantenimiento en el poder.



Para este “estilo” de gobernar, siempre ha sido imprescindible concentrar el poder en una sola mano, con saña e intención de perpetuarse en su ejercicio, cueste lo que cueste; no importa los medios, pues el fin así lo justifica. Así mismo, para mantener el “control” del poder, según esta “concepción”, es menester ahogar todo intento de disidencia, amenguar cualquier asomo de planteamiento en defensa de los Derechos Humanos y, por consiguiente, determinar la destrucción paulatina de la democracia, como sistema de gobierno y forma de vida. Para este “esquema del proceso político”, el espíritu y propósito del Derecho así como el libre juego democrático son apenas pantomimas y mientras se pueda servir de ellos se los utiliza con la aviesa intención de socavar cualquier opinión a favor del pluralismo. Para esta gente, sólo cuenta la lucha por el poder, lucrarse de él y someter al pueblo bajo la égida del miedo. A menudo, en tales regímenes se da mayor cobertura y apoyo a la llamada cultura de la guerra: la paranoia está presente en el ánimo de los gobernantes; a cada rato se inventa algo que –de cualquier modo- contribuya al apuntalamiento del terror. Por ende, se prohíja y respalda todo aquello que apunte hacia la carrera armamentista. Ahí está el caso patético del impulso guerrerista con el que Hitler justificó su permanencia en el poder: durante su régimen ingentes recursos económicos fueron dilapidados con el sólo ánimo de “armar” al ejército teutón, asignando prioridad a esos gastos sobre aquellos exigidos con justeza para sufragar y mantener la salud, educación, servicios públicos esenciales, pleno empleo y permitir mejor calidad de vida para sus compatriotas. De igual modo se recuerda cómo, bajo la égida de Stalin, la hambruna y la miseria asolaron la estepa rusa y el resto del entonces vasto territorio soviético, mientras que el grueso de los recursos económicos –centralizados y controlados por el aparato del Estado omnipotente- eran destinados para sufragar no solo la persecución de la disidencia opositora sino las descomunales exigencias de la carrera armamentista concebida para apuntalar el predominio del ejército rojo. Ahí están los casos del expansionismo soviético al ocupar pueblos y países en Europa oriental, dominarlos y plantar sobre ellos su bota absolutista. No puede olvidarse que tales actitudes formaron “alianzas estratégicas” con las prácticas ejecutadas contra los disidentes en los gulags y demás prisiones al estilo de la tristemente famosa Lubianka. ¿Acaso este “estilo del proceso” no guardó algún parecido con los no menos celebres campos de concentración nazis…?

Para los nacional-socialistas y neo-estalinianos, de todo cuño, lo que importa es el poder por el poder mismo. Lo demás es cuento.
Para el pensamiento genuinamente democrático es viable preguntarse: ¿Cómo es posible que aún en estos tiempos haya alguien que pueda predicar a favor de la guerra a la misma usanza del hitlerismo aberrante o del estalinismo sofocador de la libertad..? Recordemos que Hitler no vaciló, en una oportunidad, coaligarse con el “pensamiento revolucionario” de Stalin, en aquel célebre pacto Von Ribentrop-Molotov, suscrito en 1939, como preludio de la desastrosa II Guerra Mundial, uno de los acontecimientos más atroces de nuestra contemporaneidad. De paso, es conveniente recalcar, de ese triste suceso parecen olvidarse los más conspicuos seudo-revolucionarios de nuevo cuño, sobre todo los paladines de eso que ha sido denominado, no sin cierta propiedad, como el nacional-socialismo del siglo XXI…! Algo así parecido al caso de aquellos que, por ignorancia o por sumisión a intereses inconfesables, todavía tratan de esconder las groseras y aberrantes frases escritas por Marx en contra de la edificante vida y extraordinaria obra de El Libertador…!

Nos explicaba el Profesor Georges Burdeau, de la Universidad de Paris, que tanto el nazi-fascismo como el estalinismo, como caras de una misma moneda signada por la autocracia y la arbitrariedad, fueron formas avanzadas de la estructura de dominación política, orientadas hacia la instauración de un Estado totalitario y, por consiguiente, cercenador de los más elementales derechos del hombre y la democracia como forma de gobierno y sistema de vida cívica. Agregaba el Maestro que ambas modalidades de opresión política favorecían la instauración de un poder cerrado, esto es, aquel sistema de dirección socio-política caracterizado por la ausencia de la libre expresión del pensamiento; la carencia de cambios o transformaciones debidos a la normal, lógica y libre discusión de ideas, criterios y pareceres contrastantes surgidos del seno de la sociedad; la concentración del ejercicio del poder en manos de un solo sector político, de por sí exclusivista y excluyente; la negación de la alternabilidad en el ejercicio del poder; la animadversión al pluralismo como esencia de la democracia; la impermeabilidad ante el avance de nuevas propuestas e iniciativas que favorezcan el avance social en todas sus dimensiones y, sobre todo, la carencia de instituciones que sean fiel expresión del sentir mayoritario del pueblo como única fuente de la soberanía y autoridad pública; en otras palabras, un régimen despótico y tiránico, ajeno a la solidaridad y la democracia.

Por tanto, para el llamado nacional-socialismo del siglo XXI, bien sea en su disfraz seudo-revolucionario bajo las banderas de esquemas harto fracasados en el siglo pasado como en las recientes expresiones fundamentalistas amparadas bajo el signo del terrorismo, de nada valen la esencia de la democracia y el Estado de Derecho como fundamento de la convivencia pluralista bajo la égida de la libertad. Para este nuevo rostro de la dominación exclusivista la persona humana no es fuente de valor y estimación espiritual; para este “proceso” la democracia y la ley son solo palabras huecas de las que se debe servir el empeño dominador en un momento dado y luego… se las desecha como cualquier basura. No es ésta la vía más apropiada, acorde con la dignidad de la persona humana, para acabar con los signos de atraso, miseria, explotación e incultura debido a la presencia y actividad del capitalismo igualmente destructor de esa dignidad. Precisamente, el pretendido afán de “redención social”, es uno de los señuelos socorridos por los “paladines” del nacional-socialismo del siglo XXI en sus distintas expresiones políticas.

Urge cerrar el paso a estas actitudes populistas y demagógicas. No es viable abrir cauces para postergar el verdadero avance social en los nuevos tiempos, con amplitud de criterios, cohesión social, igualdad de oportunidades y protagonismo de todos y cada uno de los componentes de la sociedad mediante eficaces medios e instrumentos de participación de los ciudadanos en los asuntos de la comunidad de la que forman parte. De lo contrario, con toda evidencia, estaremos contribuyendo, en actitud cobarde, doblegada y resignada, para que prospere otro tiempo de dominación y desconocimiento de la libertad en su más cabal dimensión humana…!

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